Desde el 29 de agosto de 1949, cuando se detonó la primera arma atómica en la Unión Soviética, los países más poderosos del mundo estuvieron inmersos en una carrera para conseguir y diseñar un impresionante arsenal nuclear para “equilibrar el campo de batalla”, o infundir el miedo en los ánimos del enemigo. Estados Unidos, en concreto, se había centrado en desarrollar y combinar los dos tipos de tecnologías emergentes, las armas nucleares y los misiles balísticos.