Reportaje de Jon Sistiaga en el que realiza un viaje al último bastión comunista del planeta donde todavía se vive con los esquemas de la guerra fría: Corea del Norte, un lugar donde el culto al líder Kim jong Il es obligatorio y la disidencia no tiene cabida. La novena potencia nuclear alardea de su fuerza bélica, mientras la mitad de la población vive en los límites de la malnutrición. Las masas son movilizadas a diario para mantenerlas alerta ante enemigos imaginarios y se bloquean las emisoras extranjeras para que no se filtre ninguna información del exterior. Una enorme prisión de las ideas donde todo el mundo es supuestamente igual, aunque las elites del partido se muevan en Mercedes y el resto del pueblo lo haga en bicicleta. Un supuesto paraíso social que confina a sus deficientes psíquicos en cooperativas agrícolas como mano de obra defectuosa. Un lugar donde todavía hay campos de concentración para disidentes políticos y los periodistas se tienen que camuflar de turistas para entrar. Durante el rodaje, tres agentes del Estado velan constantemente sólo para que se grabe lo que al gobierno le interesa. Salir solo del hotel estaba terminantemente prohibido bajo la amenaza de expulsión del país. Aún así, el reportaje logra ofrecer un retrato aproximado de la verdadera realidad de los 22 millones de habitantes de Corea del Norte.