Desde el siglo VIII al VI a.C., una civilización que ocupa el suroeste de la Península Ibérica, atrae por su riqueza a los pueblos navegantes del Mediterráneo Oriental. Los mercaderes fenicios y griegos propagan por el mundo la calidad del bronce, plata y oro tartesos. El brillo de sus metales resplandece en el Mediterráneo y los poetas alientan el encantamiento. Hablan de Argantonio y del esplendor que tuvo su reino bajo su potestad.