Los despiadados ataques de Aníbal en suelo romano asestaron un golpe fatal al floreciente Imperio. Aníbal, nacido en Cartago, había jurado ante su padre un pacto de sangre contra los romanos, e hizo lo impensable: marchó con cuarenta elefantes de guerra y un gigantesco ejército a través de los Alpes para tener a su favor el elemento sorpresa. En tres batallas clave, Aníbal utilizó el terreno, la intimidación y su voluntad de hierro para aniquilar literalmente a las legiones romanas, matando a tantos soldados romanos como le fue posible.