La industria de los alimentos está casi en su totalidad siendo controlada por enormes compañías que ya sea por una competencia desigual, por corrupción burocrática o por exoneraciones comerciales y/o tributarias, expanden su poder con falsas promesas públicas de incremento de producción y de la capacidad competitiva.
Estas falsas promesas ofertan nuevos tipos de alimentos modificados genéticamente que requieren nuevos productos para el mantenimiento y elaboración de los cultivos; la estafa no solo depreda antiguas formas sostenibles de vida y producción y destruye ambientes naturales íntegros, además incrementa los factores que monopolizan la industria alimenticia (en la medida que las semillas estériles afectan la economía de los agricultores por ejemplo) y degrada la salubridad de la alimentación con alimentos genéticamente modificados que introducen en la comida normal agentes biológicos de otros seres tales como microorganismos dañinos y degenerativos de la salud.
Quienes promueven metodologías alimenticias hoy en día son consientes del daño que se produce, o son cómplices irresponsables con su ignorancia también.