Al extenderse el Imperio Romano y llegar a lo que hoy en día es Alemania, sus legiones se enfrentan con las feroces tribus germánicas. En el año 9 d.C., su jefe, Arminio, que se había criado en Roma como un rehén de paz, utiliza su entrenamiento militar para destruir al ejército del general Varo en el bosque de Teutoburgo. Esta batalla decisiva marca el río Rin como la frontera entre el Imperio y sus cada vez más numerosos enemigos bárbaros.
Seis años más tarde, cuando el general germánico emprende una venganza atravesando el Rin, encuentra montones de huesos y varios cráneos clavados en los árboles, como recuerdo de la victoria de los bárbaros. Por otro lado, en la batalla del río Weser, Germánico vence a Arminio, captura a su mujer que está embarazada, y le hace desfilar por las calles de Roma, como símbolo de su triunfo.
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