Tiene cuatro años, y es un niño como cualquier otro. Desde los tres, corre al menos treinta kilómetros diarios, con el objetivo de convertirse en el mejor corredor del mundo. A los cuatro, corre su primera maratón. Espera convertirse en el corredor de resistencia más joven del mundo. Pero ¿se trata de la historia de un futuro talento, o es un caso de explotación infantil?