Grandiosa, rica e insolente, la antigua ciudad de Leptis Magna se convirtió en una auténtica Roma en África bajo el mandato de Septimio Severo (146-211), ilustre hijo de la villa que llegó a emperador. Ahora, Leptis Magna nos habla de la edad de oro del Mediterráneo, cuando fue encrucijada de civilizaciones y crisol de culturas y religiones.
En el foro, el latín se mezclaba con el fenicio y el griego; en los templos se adoraba a los dioses del Olimpo, pero también estaban presentes el Isis egipcio y Jesucristo. Sin embargo, como si de un espejismo del desierto se tratase, este sueño de eternidad murió al cabo de pocas generaciones.