Los llanos venezolanos, que ocupan un tercio del país, son tierras de extrema dureza pero que, paradójicamente, rebosan vida. Una estación seca y una época de lluvias marcan el ritmo de los llanos, convirtiéndolos en un lugar de contrastes: sequía e inundación, paisajes yermos y lugares donde el agua permanece todo el año dando lugar a pequeñas manchas de selva que encierran una síntesis de la fauna amazónica. Pocos lugares pueden resultar tan sorprendentes, tan pobres en apariencia y sin embargo, tan ricos y diversos desde el punto de vista ecológico. La ignorancia y la pobreza pesan en la balanza de la conservación. Muchos de los animales de los llanos están considerados como enemigos mortales por los habitantes de estas extensas tierras y se les persigue. En el otro extremo un grupo de científicos y naturalistas están apostando por un conservacionismo que aporte beneficios a los locales, son la última esperanza para muchas de las especies más emblemáticas de los llanos venezolanos.
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