La megalomanía de Hitler no tenía límites. Ya desde el comienzo de la guerra, sus estrategas estaban planeando atacar Estados Unidos. En el más audaz de estos planes, bombarderos alemanes se estrellarían en los rascacielos de Manhattan como bombas vivientes. Hitler entendía el enorme poder simbólico de los rascacielos de Manhattan. Estaba convencido de que estas misiones suicidas tendrían un impacto psicológico devastador en Estados Unidos y, con este plan, el régimen nacionalsocialista esperaba cambiar el curso de la guerra. Mediante el testimonio de testigos contemporáneos, material de archivo y los planes de construcción originales, mostraremos cómo esta destructiva fantasía y su monstruoso producto, el “Amerika Bomber”, se convirtieron en un deseo colectivo e indiscriminado de destrucción.