Gary Leon Ridgway nació el 18 de febrero del año 1949, en la localidad estadounidense de Salt Lake City. Como cualquier asesino en serie que se precie, su mal tenía el origen en la infancia… era altamente maltratado por su madre, y hasta humillado en reiteradas ocasiones por el mero hecho de hacerse sus necesidades en la cama. Con 13 años de edad, Gary aún se hacía pipi en su lecho, y esto a la madre no le gustaba nada, por lo que no dudaba ni un instante en humillarlo de forma brutal.
Gary comenzó a experimentar con animales de compañía, los “placeres” de hacerle daño al prójimo, y al primero que le tocó fue a su pequeño gato, al cual lo ahogó arrojándolo a la bañera. Sentía placer viendo como los animales perdían la vida poco a poco… paralelamente a esto, sentía una atracción sexual enfermiza hacia su propia madre (una mujer muy sexy), la cual llevaba dos vidas. La primera era una vida altamente religiosa, y la segunda (la real) una vida que rozaba la prostitución, ya que iba enseñando todo lo que podía y más, cuando salía a la calle.
Así mismo era una mujer muy violenta con su propio marido, al cual le pegaba delante de Gary y sus hermanos, sin cortarse ni un pelo. Para resumir la situación, diremos que Gary sentía por su madre, amor, odio, ira y atracción sexual. Todo esto junto evidentemente no es bueno ni sano…
El 30 de noviembre de 2001 cuando se disponía a abandonar la ciudad de Renton, Washington, fue arrestado por la policía y acusado del asesinato de cuatro mujeres cuyos asesinatos se atribuían al asesino del Green River. Cuatro asesinatos fueron confirmados en su contra gracias a muestras de ADN y otras muertes gracias a la pintura que él usaba en su trabajo.
Ridgway ha contraído matrimonio tres veces y tiene un hijo. Utilizaba la fotografía de su hijo para atraer a las víctimas a quienes llevaba en su Pickup.
El 5 de noviembre de 2003, en un juicio conmovedor donde los familiares de las víctimas pudieron decir lo que pensaban del asesino, Ridgway fue condenado a 49 sentencias consecutivas de cadena perpetua sin derecho a acceder a la Libertad Condicional. Evitó la pena de muerte al confesar todos sus crímenes, incluyendo algunos que la policía no le había atribuido en sus investigaciones.
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