Capítulo de la serie “Un siècle d’écrivains”, que repasa la vida y obra de Emil Cioran, filósofo rumano que adoptó el francés como lengua literaria. Emil Mihai Cioran (Émile Michel Cioran en francés; Răşinari, Imperio austrohúngaro, 8 de abril de 1911 – París, 20 de junio de 1995) fue un escritor y filósofo rumano. La mayor parte de sus obras se publicó en lengua francesa. Cioran no se consideraba un filósofo en el sentido ortodoxo del término, ni siquiera escritor. Provocador a ultranza, este pensador rumano auspició durante su vida innumerables controversias contra lo establecido, contra las ideas constituidas como norma o dogmatismo. Fascinado por instaurar un pensamiento a contracorriente, en el cual el cinismo tiene un lugar preponderante, escribió su obra aforística sin concesión alguna. Entre Diógenes El Cínico y Epicuro de Samos, funda una filosofía en el siglo XX, afín a la de esos filósofos helenísticos, donde la amargura era sublimada por la ironía. Para E.M. Cioran, escribir es la única forma que encuentra de hacer la vida un poco más soportable. Pero odia escribir, y no sólo eso, pues publicar lo escrito supone una aberración… aún así es la única forma de vida que concibe, de manera que se convierte en un hombre atado a unos hábitos que le resultan insoportables. Con un gran aliento poético, donde rinde un secreto homenaje al poeta francés Saint-John Perse quien animara su obra y escribiera comentarios sobre ella, en ocasiones hace recordar la escritura de aquellos filósofos como Nietzsche donde la factura formal y la delicia de la prosa emparenta el pensamiento con lo poético. Desprecia trabajar, tomar posicionamiento, tener que explicarse cuando se contradice y conceder entrevistas. No le gusta hacer planes (ya que todos son inútiles), desprecia a la mayoría de la gente (“¡el hombre debe desaparecer!”), y sobre todo a aquellos que son incapaces de apreciar un buen libro o una gran composición musical. Odia la idea de haber tenido que vivir, y declara abiertamente todo lo que le deben en gratitud sus hijos no-natos. Para Cioran, morir es simplemente cambiar de género, pero sin embargo el suicidio no supone ninguna opción para él, porque “es la existencia del suicidio la que hace la vida posible”.
El pensamiento de Cioran, infestado de amargura e ironía lo sitúa entre los pensadores más provocadores y destellantes de las últimas décadas. Su devoción por el escritor argentino Jorge Luis Borges lo llevaría a escribir su ensayo “El último delicado”, donde dibuja un retrato filosófico de este personaje con su característico humor. Durante las últimas décadas su reconocimiento se tornó planetario. Cioran ha escrito en absoluta febrilidad su vertiginosa obra. No ha creado ninguna ideología, ni su pensamiento ha dado lugar a ningún tipo de movimiento filosófico. No ha dado clases, no ha escrito tesis ni doctorados, no ha firmado manifiestos, ni dado conferencias y no ha sido recordado (ni en vida, ni tras su muerte) más que por un puñado de amigos: (Mircea Eliade y Eugène Ionesco fueron algunos de ellos) y algún que otro estudioso que en un momento determinado se interesó por su obra. Sin embargo, fue un hombre que durante su larga vida no dejó de pensar, y sobre todo, que hizo y hace pensar a la gente. En los subtítulos, para la traducción de las citas de los textos de Cioran se han tomado como base las versiones existentes en español que se encuentran fácilmente por internet, haciendo correcciones cuando se ha considerado necesario, a partir de los textos originales en francés.
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