Empeñado en ampliar los dominios del poderoso Imperio Romano, el general Julio César embarcó a las legiones romanas en una serie de brutales y sangrientas campañas contra las tribus celtas de la Galia. La guerra duró varios años hasta que en el 53 a. C. se produjo la batalla definitiva. Cerca de Alesia, en el corazón de la Galia, Vercingetorix se colocó al frente de las huestes galas resistiendo la furia romana durante cinco largos días. Finalmente, convencidos de la superioridad del ejército romano, Vercingetorix se entregó y ordenó a sus tropas que depusieran las armas. El valiente galo fue ejecutado en Roma, ya que suponía una amenaza demasiado poderosa para los planes de Julio César.