Con 12 metros de longitud y un peso más de diez veces superior al de un cocodrilo actual, esta especie habitó la Tierra hace 110 millones de años y, por sus dimensiones, es posible que se alimentara de dinosaurios pequeños.
Pero Sereno no se conformó con el descubrimiento, decidió reconstruir lo más fielmente al gigantesco animal, tal como debió haber sido. Para ello se juntó con Brady Barr, experto en reptiles, con quien visitó Florida y recorrió Costa Rica, India, Australia y Florida, a fin de estudiar muy de cerca cómo son, se mueven, se comportan y, en general, viven los cocodrilos actuales, parientes del supercocodrilo.
A partir de esta investigación ambos exploradores se metieron en un taller-laboratorio, dedicándose a la tarea de reconstruir minuciosamente al reptil, apoyados por diversos especialistas.