Tras medio siglo llenando de fútbol y espectáculo el distrito de Arganzuela, el estadio Vicente Calderón se despidió de la afición para trasladarse al distrito de San Blas-Canillejas, al terreno que ocupaba la antigua Peineta sobre el que se levantó el Wanda Metropolitano. Esta semana nuestra reportera Paz Llamas ha cogido su cámara para comprobar cómo puede cambiar un estadio la vida de un barrio. ¡Adiós Calderón!, ¡hola Wanda!
Comprobamos como los vecinos de la Arganzuela siguen pendientes del futuro de los terrenos que dejará el derrumbe del Calderón. Entre ellos están Benigno y Lidia, una pareja de jubilados que han visto crecer el estadio desde su ventana. A pesar de las viviendas, zonas verdes, oficinas e incluso un centro comercial que dicen van a construir, siguen echando de menos el ambiente que generaba.
Conocemos también a Ramón, uno de los vecinos más longevos de las inmediaciones del Calderón que con humor confiesa que ya no verá el nuevo barrio; a tres generaciones de atléticos tan ‘melancólicos’ como el paseo en el que suelen desayunar; y a Raquel, que tras cuatro décadas en la zona y haber vivido a puerta y ventana cerrada por las obras, está feliz con la marcha del estadio.
Mientras, en las Rosas, los hay que observan incrédulos la marea de gente que toma las calles con los partidos, los que bajan sólo para cotillear, los que ven por fin el barrio lleno de vida, los que incluso sacan un extra alquilando su plaza de garaje en los días de fútbol, pero también los que sufren los ruidos y suciedad que dejan a su paso forofos y aficionados.
Entramos también en los comercios y en especial en los bares, los grandes afectados por el cambio. En Arganzuela han notado la marcha del Atlético aunque se aferran a los vecinos venideros; y en las Rosas, aprovechan el momento triplicando caja con cada partido y viendo subir como la espuma el precio de unos locales antes olvidados y que ahora se alquilan al mejor postor.
¿Y qué piensan los ‘colchoneros’? Los hay que miran encantados al que dicen es el mejor estadio de Europa, otros se sienten engañados y no consiguen acostumbrarse, y los hay tan excepcionales como Toñín, , el frutero atlético más conocido, que no ha dudado en cambiar la ubicación de su negocio para seguir la estela de su querido Atlético.