De entre los humeantes rescoldos de la Primera Guerra Mundial, un líder germano se levantó y predicó a sus conciudadanos sobre el patriotismo, la prosperidad y la pureza de la raza. Puso en marcha una cruzada para establecer un imperio que duraría mil años, sentando las bases de una tragedia como el mundo no había contemplado jamás. 50 millones de hombres, mujeres y niños perdieron la vida porque un hombre había perdido su alma.
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