Sin previo aviso, hombres y mujeres soviéticos tuvieron que defender con lo único que tenían a su alcance uno de los enclaves más distintivos del antiguo imperio ruso: la fortaleza de Brest. Su ejemplo ha perdurado a lo largo de generaciones y sus enemigos aún elogian la hidalguía y coraje de sus defensores. La lucha no es olvidada por el pueblo ruso.