El Camino de Santiago es una mezcla de aventura turístico-deportiva y sentimiento religioso que hacen de todo aquel que lo realiza, una experiencia inolvidable. Este documental muestra toda su historia desde sus orígenes hasta nuestros días.
Todo empezó con el descubrimiento de sepulcro del Apóstol Santiago en el primer tercio del siglo IX. Esto impulsó a muchos cristianos a peregrinar hasta Compostela. Para ello era necesaria la construcción de una iglesia que permitiera, por un lado guardar la sagrada tumba del santo, por otro custodiar y honrar sus reliquias y la de sus discípulos Teodoro y Atanasio, y por último acoger una gran cantidad de peregrinos llegados de los reinos peninsulares y del resto de Europa. Sus Artífices pretendían convertir Compostela en un lugar de referencia en lo religioso y en lo artístico, como Roma o Jerusalén.
Fueron los comienzos de una historia fascinante, una fabulosa epopeya llevada a cabo durante siglos, por miles de personas unidas por la devoción a la figura del Apóstol Santiago, en un apartado rincón del Finisterre. Le llamaban Compostela: el campo de las estrellas.
La Catedral de Santiago es el resultado de numerosos cambios, proyectos, obras, remodelaciones, en fin, una dilatada y apasionante creación arquitectónica y artística desarrollada a través de los siglos y de la que hoy podemos disfrutar.
Aunque desde la Edad Media, Jerusalén, Roma y Santiago, han sido los tres grandes centros de peregrinación, la ruta jacobea o camino de santiago, es la única que aun se realiza de la misma forma que entonces: a pie y con el zurrón al hombro.
Hacía tiempo que la noticia del descubrimiento del sepulcro de Santiago había llegado a Francia. Eran tiempos oscuros y peligrosos. El terror se desató al conocerse que el ejército sarraceno había arrasado Compostela.
Almanzor había destruido su Basílica y demás iglesias y monasterios. El obispo Diego Peláez decidió construir una nueva Iglesia que reemplazase a la basílica prerrománica.
Sobrevolamos la ciudad de Santiago, desde el aire podemos contemplar la catedral y cerca de ella la iglesia de San Félix de Solovio. Y es en este lugar donde las crónicas cuentan que un ermitaño llamado Pelayo, observó unas luces que brillaban sobre la antigua ciudadela romana.
Ante tales noticias, el obispo acude al lugar y entre la maleza, descubre la entrada de un pequeño sepulcro. Sobre el sepulcro se construyó una iglesia para venerar las reliquias del Apóstol. Las obras concluyen en el 830 y el Obispo Teodomiro consagra la primera Iglesia de Santiago.
La nueva basílica se consagra en el año 899.
En el año 1101, y ya en Santiago, tras ser nombrado obispo por el Papa Pascual II, Diego Gelmírez se aprestó a poner en marcha sus proyectos. El primero debía ser la conclusión de la catedral. Era evidente que si quería conseguir que la Iglesia de Santiago llegara a ser esa gran sede apostólica, debía de estar a la vanguardia del arte. Para ello patrocinó continuos intercambios entre los obradores compostelanos y los más avanzados de la época. El camino de Santiago se había convertido definitivamente, en un torrente de intercambio cultural y artístico, entre Galicia y el resto de Europa.
Diego Gelmírez había cumplido todos sus objetivos: la construcción de la catedral iba por buen camino y era un referente del arte románico europeo. El 21 de abril de 1211, el arzobispo Pedro Muñiz en presencia del rey Alfonso IX, consagró la catedral románica de Santiago.
La visita de Juan Pablo II y después la de Benedicto XVI en el año santo compostelano de 2010, rodeados de una ferviente multitud de peregrinos venidos de todas partes del mundo, demuestran la magnífica vitalidad que hoy muestra el culto Jacobeo.
Pero a pesar de todos los cambios, la obra de Peláez y Gelmírez, de los maestros Bernardo, Esteban, Mateo y tantos otros sigue inalterable y reconocible. En los espacios de sus naves, columnas, tribunas, capillas y pórticos se conserva el espíritu de todos aquellos que contribuyeron a edificarla.