Durante un tiempo, la victoria de los galos parece posible. Sobrepasan en número a los romanos en una proporción de cinco a uno y mantienen su posición en la ciudad fortificada de Alesia, situada en la cima de una colina. Sin embargo, el siempre audaz General Julio César construye una segunda muralla alrededor de la ciudad, cortando todas las posibles líneas de suministro. Cuando llegan los refuerzos galos para romper el bloqueo, César da otro extraordinario giro a su estrategia. Construye una tercera muralla entre su ejército y los refuerzos. Desesperados, los galos dejan salir a las mujeres y niños de Alesia, creyendo que César les dejará pasar. Sin embargo, César ordena que no se haga nada. Los dos bandos observan cómo los inocentes mueren de hambre en tierra de nadie. Completamente desmoralizados al ver a sus esposas e hijos morir de hambre, los galos son aniquilados y Roma conquista la Galia.