Los pasajeros que se embarcaban hacia el Lejano Oriente eran seducidos por las crónicas provenientes de aquellas tierras. La prostituta de Oriente, el paraíso de las aventuras y el París asiático eran historias que cautivaban a los forasteros; así como los relatos sobre gánsteres o señores de la guerra, y aquellos sobre clubes nocturnos que nunca cerraban y hoteles que servían heroína en las habitaciones.
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