Fordlandia se concibió como la materialización del sueño americano en una ciudad situada en plena selva brasileña. Hoy día, solo quedan ruinas que nos hablan de los límites de la globalización en una época en la que aún faltaba mucho tiempo para que se acuñase este término. En 1928, el rey de la industria del automóvil, Henry Ford, no solo quería asegurarse la producción de caucho natural para sus coches con una colonia a su medida en el Amazonas, sino que además, como si se tratase de un experimento civilizador, planeaba trasladar el estilo de vida americano a lo más profundo de la selva. Ford, a pesar de su entusiasmo y de la gran cantidad de dinero que invirtió durante veinte años, no obtuvo más que un estrepitoso fracaso. Hoy día, Fordlandia es una espectacular ciudad ruinosa y casi abandonada por completo en medio de la selva, una ciudad fantasma que simboliza la decepción del sueño americano.