Los diagnósticos de déficit de atención con hiperactividad y trastorno bipolar han aumentado alarmantemente. Según este reportaje, ni los diagnósticos fueron correctos en su mayoría, ni existían ensayos clínicos en niños de los fármacos administrados. Así se conocía, por primera vez, el impresionante crecimiento de la cifra de niños, que recibían medicamentos reguladores de trastornos del comportamiento. Los datos alarmaron a las primeras voces críticas, quienes denunciaron que se estaba jugando a la ruleta rusa con los niños estadounidenses.
Con nueve años, a Jacob le diagnosticaron un trastorno del estado de ánimo. Los médicos le trataron con estimulantes, antidepresivos y antipsicóticos. Un año después, el niño tomaba diez fármacos diferentes. Como Jacob, un millón de niños fueron diagnosticados de déficit de atención con hiperactividad y de trastorno bipolar. Hoy existen muchas dudas sobre la corrección de los diagnósticos y demasiada controversia sobre los medicamentos administrados.
“El niño medicado” muestra la fatal realidad de un millón de familias, que confiaron la salud mental de sus hijos a unos profesionales y no les ofrecieron otra salida terapéutica, más que las medicinas. Fármacos de adultos, administrados a la ligera a niños, sin haber pasado con anterioridad por los correspondientes ensayos clínicos infantiles.
Detrás de la ausencia de las pruebas de los medicamentos se encontraban las farmacéuticas. La Administración Clinton, les ofreció importantes incentivos, a modo de conseguir que se llevaran a cabo, doscientos ensayos sobre medicinas pediátricas. Las investigaciones pusieron al descubierto, que muchos de los fármacos psiquiátricos funcionaban con los adultos, pero en ningún caso, con los niños. Diagnósticos incorrectos, experimentación farmacológica infantil y posibles efectos secundarios, envuelven una polémica realidad, donde las víctimas de la sociedad avanzada son los niños.