En origen, las condiciones en la superficie de la Tierra tenían poco que ver con un idílico paraíso. Las temperaturas eran las propias del infierno. Sin embargo la vida evolucionó a sus anchas en aquel medio. Hoy en muchas regiones el entorno sigue siendo casi tan hostil como entonces. En la Antártida las temperaturas bajan en ocasiones a 80ºC bajo cero cuando en el desierto del Sahara el termómetro sobrepasa los 60ºC a la sombra. Pero estos ecosistemas opuestos tienen algo en común: albergan vida y sus habitantes han diseñado sistemas de termo regulación que muchas veces han inspirado a los humanos.