Ilya Prigogine sostuvo un lenguaje que intentó sostener conexiones y ligar el ámbito de la ciencias de la naturaleza, aquellas ciencias llamadas duras y esa otra dimensión de las ciencias del hombre, las ciencias sociales. Siendo premio Nobel de química en 1977, intentó construir puentes para pensar de una manera diferente nuestra visión del mundo, nuestra imagen del universo y nuestra concepción de la vida. Con Prigogine vamos a recorrer los senderos de la visión moderna de la naturaleza, desde ese tiempo en donde se gestaron las condiciones de la revolución científica de la modernidad. Allí vemos como se construyó una determinada imagen del universo, de la máquina, del hombre, de las causalidades, de lo necesario, de lo universal, de la estabilidad, del equilibrio. Y alli, sin embargo, Prigogine va a poner en discución estas concepciones, introduciendo la idea de fluctuación, evolución, inestabilidad, desorden. De alguna manera va a decir que se trata de pasar de una ciencia como geometría a una ciencia como narración. Discutirá la polémica frase de Einstein, pensando en la incertidumbre y en la imprevisibilidad del universo: “Dios no juega a los dados”. Prigogine dirá que si juega, cambiando el punto de mira, saliendo del paradigma del orden, de los estable. Para entrar en el orden de la fluctuación, en el orden, porque no, del desorden. No estableciendo como antagónicos inseparables el azar y la necesariedad. Se construye, entonces, un puente para reunir lo que de alguna manera estaba siendo separado. Desde Aristoteles, desde Descartes o como desde el mismo Newton, que separó una ciencia de la naturaleza y por otro lado al hombre y a su historia, como si respondiesen a ordenes completamente distintos. Lo que prigogine está planteándonos como desafío intelectual, es encontrar ese punto de fusíon, que trabaje sobre la estructura enigmática de un universo, que no responde pura y exclusivamente a las formas de lo ordenado, de lo necesario, de lo maquinístico, de lo estable, si no que, pueda encontrarse y reencontrarse con el movimiento, la fluctuación, el desequilibrio. Por eso el dice que somos hijos de dos paradigmas que hay que ir a buscarlos a la antiguedad griega. Por un lado el paradigma de Parménides, donde el ser es lo inconmovible, lo igual a si mismo, lo perfecto, lo armonioso, y por otro lado el paradigma de heráclito, movimiento, flujo, devenir. Se trata de encontrar el diálogo complejo entre ambas dimensiones, pero introduciendo lo que en Prigogine es la Teoría del Caos. En su obra “El fin de las certezas”, el irradia su reflexión sobre las ciencias de la Naturaleza a las ciencias sociales y Humanas. E introduce como problemática la radical puesta en cuestión de las certezas, al rededor de las cuales, organizamos nuestra imagen del universo y construimos nuestra interpretación del mundo y de nosotros mismos.
Siempre en cada momento histórico-cultural definimos de algun modo aquello que llamamos naturaleza, Prigogine nos ayuda a comprender los cambios, las modificaciones, de “eso natural”, y exige de nosotros poder ahondar reflexivamente sobre los supuestos de esas construcciones de sentido.