A finales de la década de 1950, el objetivo de la NASA de enviar a un hombre al espacio y hacerle regresar a la Tierra sano y salvo estaba muy cerca de convertirse en realidad. Buscaban a astronautas que pudieran completar la primera misión dentro del transbordador Mercury y para ser elegidos debían cumplir tres requisitos: caber dentro del pequeño Mercury, por lo que no podían medir más de 1,80 m, contar con una titulación en ingeniería aeronáutica y, además, tenían que ser pilotos de pruebas.