Las primeras leyes sobre los documentos de propiedad industrial e invención se aprobaron en Gran Bretaña y Estados Unidos en los siglos XVII y XVIII, con el ánimo de estimular a los inventores para que pusieran a disposición pública sus adelantos técnicos, redundando en el beneficio social. A cambio, los autores recibían un monopolio temporal. De este modo, inventos relevantes para la humanidad como la bombilla, la máquina de vapor o el teléfono transformaron el mundo, llevando a sus descubridores al reconocimiento de su idea en la evolución global.
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