El 24 de agosto de 1940 un tren con 927 refugiados españoles -muchos de ellos catalanes- salía de la estación de Angouleme, en la región francesa de la Charente. Las tropas alemanas de Hitler acababan de dividir Francia en dos, y los refugiados creían que los llevaban a la zona no ocupada. Pero pronto se dieron cuenta de que iban hacia el norte. Cuatro días más tarde, llegaron al pueblo de Mauthausen. No les sonaba de nada el nombre de un campo de concentración que, en unos años, sería uno de los símbolos del holocausto y el exterminio. En aquel lugar se produjo una dramática separación: los soldados alemanes obligaron a apearse a los hombres, a partir de los 13 años de edad, sin importa que se tratara de ancianos o niños. Era el inicio de la tragedia.
470 personas quedaron prisioneras en el campo de Mauthausen. De éstas, el 87 por ciento murieron. Los 457 restantes, mujeres y niños pequeños, iniciaron un largo recorrido de vuelta. A la desesperación de ver como los hombres habían sido arrancados de sus brazos se añadía la incertidumbre de no conocer su destino final. La parada en un campo de concentración femenino- que podría haber sido Ravensbrück- hacía temer lo peor. Finalmente, y después de 18 días de viaje en condiciones infames, las mujeres y los niños fueron devueltos a la España de Franco, el lugar del que habían huido al acabar la Guerra Civil. Allí les espera prisión, persecución y la angustia de no poder saber de sus familiares dejados en Mauthausen.
Los españoles fueron los primeros en llegar al campo de concentración. De hecho podría decirse que ellos lo construyeron. Y también fueron los primeros de sufrir las consecuencias de la ira de los nazis: en un momento en que ni los judíos ni los rusos habían llegado todavía para ser objeto de su locura exterminadora. Pero los que sobrevivieron no callaron. Los más jóvenes de este convoy formarían parte del comando de los “Poschacer”; piezas clave para sacar al exterior los clichés y fotografías de Francesc Boix, que fueron aportadas como pruebas fundamentales de las crueldades de los nazis en el juicio de Nuremberg.
Este convoy fue el primer tren de deportados de toda Europa occidental, cargado con familias enteras con destinación a un campo de exterminio nazi. Población civil, refugiados en estado puro, que serían considerados “apátridas” cuando el ministro de Franco, Ramon Serrano Suñer decidió desatenderse de ellos. La documentación encontrada prueba que, en cuatro ocasiones, las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles que debían hacer con los “dos mil rojos españoles de Angouleme”. No se molestaron nunca en contestar, a pesar que sabían que la mitad de los pasajeros fueron a parar a Mauthausen. Algunos documentos tienen una nota manuscrita al margen en la que se pide que se archive el asunto, “puesto que no parece oportuno hacer nada al respecto”. La historia de este convoy ha quedado escondida bajo el olvido y el silencio generalizado que envuelve a las víctimas del franquismo. Además, la potencia del recuerdo de colectivos como el judío, ha acabado de arrinconar la tragedia de estos españoles que murieron en los campos de concentración alemanes.
Los pocos que se salvaron, no pudieron volver a la España de Franco o lo tuvieron que hacer callando. Tal vez en este silencio y en este olvido podemos encontrar una explicación en los brotes neonazi y fascistas cada día más frecuentes. A lo mejor, el hecho que no haya ningún monumento en homenaje a estos compatriotas nos tendría que hacer temer que se cumpla aquello que dice que quien no conoce su historia, corre el riesgo de repetirla.
El reportaje ha recopilado los testimonios de una treintena de supervivientes del convoy, tanto de los que terminaron en Mauthausen, como los que volvieron a España, así como de refugiados en Angouleme que se salvaron de subir al tren. El rodaje se ha hecho en Francia, Austria y España y se han consultado una veintena de archivos españoles, europeos y norte-americanos.
https://www.youtube.com/watch?v=9IyOVRkZdbY
Un reportaje de Montse Armengou.
Realización: Ricard Belis.
Imagen: Walter Ojeda.
ENG: Eduard Quesada
Documentación: Montse Bailac
Producción: Muntsa Tarrés y Meritxell Ribas.
Montaje: M. Josep Tubella.
Montaje musical: Albert Carlota.
Postproducción de audio: Carles García