El 19 de febrero de 1985, un vuelo de China Airlines se aproxima a Los Ángeles (Estados Unidos). El vuelo transcurre sin incidencias, hasta que el motor número cuatro se detiene. No es una avería grave, pero cuando el comandante ordena al ingeniero de vuelo encender de nuevo el motor, las consecuencias son terribles e inmediatas: el pesado avión comienza a caer descontrolado hacia el océano.