Durante el siglo XIX la ciencia racial se pone al servicio del poder y trata de justificar las diferencias raciales. Los británicos en Tasmania repitieron las masacres propios de los colonizadores llevándolos casi a la extinción, teniendo que el imperio que intervenir. Incluso entre los abolicionistas británicos no se pensaba que los negros fueran iguales a ellos, aunque podrían llegar a serlo si se les privaba de su cultura y religión.