8 de junio de 1983. A 5.800 metros sobre el océano Pacífico, un Loockheed L-188 de la compañia Reeve Aleutian Airlines, que cubre el trayecto entre Cold Bay y Seattle (Estados Unidos), tiene graves problemas.
A mitad del trayecto, la hélice del motor número cuatro se desprende del avión, seccionando parte del fuselaje. La única oportunidad de salvar a los pasajeros y el avión consiste en dar media vuelta e intentar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Anchorague (Alaska).