Quien haya soñado con una playa paradisíaca, seguro que la encuentra en las Islas Seychelles y, lo mejor de todo, es que puede encontrarla tan solitaria como la ha imaginado.
Las Seychelles son un conjunto de pequeñas islas del Pacífico en las que resulta increíble que quepan tantas cosas. Mahé, la isla principal, es una pequeña Manhattan, por su diversidad de razas; Praslín, la segunda isla, ha sido llamada “El Jardín del Edén”, por su multitud de plantas.
En el Valle de Mai se encuentran ejemplares de “Coco de Mer”, una palmera que no existe en ningún otro sitio, y la isla de Cousín es uno de los santuarios de aves marinas más importantes del mundo. En Las Seychelles pueden verse también cientos de miles de tortugas gigantes, consideradas los animales más longevos del planeta.
Las Seychelles están tan lejos de todo, que parecen estar fuera del control del tiempo. En la isla de La Digue los taxis van tirados por bueyes y el proceso de extracción del aceite de coco es el mismo que seguían los primeros hombres que habitaron estas islas en el siglo dieciocho.
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